viernes, 1 de abril de 2016

LA SALVACIÓN DEL AMOR

LA SALVACIÓN DEL AMOR

Conversación entre dos seres humanos atrapados en el universo, no necesariamente dentro de una nave espacial; no necesariamente más allá de la vía láctea:
  • Tal vez hayamos pasado demasiado tiempo intentando solucionarlo con la teoría...
  • Eres científica, Brand.
  • Entonces, hazme caso cuando te digo que el amor no es algo que hayamos inventamos. Es observable, poderoso. Tiene que significar algo.
  • El amor tiene significado, sí. Tiene una utilidad, una función social, la educación de los hijos...
  • Amas a personas que han muerto. ¿Qué utilidad social tiene eso?
  • Ninguna
  • A lo mejor significa algo más, algo que aún no alcanzamos a comprender. A lo mejor se trata de una prueba , de un artefacto, de una dimensión superior que no percibimos conscientemente. Estoy cruzando el universo atraída por alguien a quién no he visto en una década y quién probablemente esté muerto. El amor es lo único que somos capaces de percibir que trasciende las dimensiones del tiempo y del espacio. A lo mejor deberíamos creer en eso aunque no alcancemos a entenderlo aún.
(Christopher Nolan, Interstellar. Recomiendo encarecidamente ver la película para saber quien conoce esa prueba, ese artefacto, quién habita en esa dimensión superior que no percibimos conscientemente....)


Estoy seguro de que no somos los únicos que piensan así. El amor es poderoso. El amor es la fuerza que ha conseguido que los seres humanos estén donde están. El amor y las conexiones sociales son las sustancias que han consolidado nuestra sociedad. Es el pegamento que nos mantiene unidos, los hilos que nos entretejen los unos con los otros...

Como se plantea en la película Interstellar, el amor es la fuerza más potente del ser humano; el amor y la intuición, esa poderosa pareja que podrían ser componentes fundamentales de lo que llamamos alma o espíritu. El amor nos hace traspasar barreras, llegar más allá del tiempo, viajar a través del espacio. El amor es capaz incluso de traspasar la barrera más grande que existe, la de la vida y la muerte.

La experiencia me ha hecho reflexionar. La pérdida de un hijo es el dolor más grande de los dolores. Parafraseando la religión cristiana, que una madre vea como el fruto de su vientre perece, como desaparece para siempre, irremediablemente, es el dolor más grande que puede experimentar el ser humano. La perdida de la vida de lo que ha sido su propia vida. La pérdida de lo que una vez formó uno con ella, fue parte de ella, de su propio cuerpo, de su propio ser. Lo que habitó y se germinó dentro de su propio organismo, de su propia esencia. El vínculo que une a una madre con un hijo es indescriptible. Va mucho más allá del apego que describió Bowlby.

Perdonadme por la escasez científica, el obvio antropocentrismo y el exceso de espiritualidad, pero yo también soy un ser humano. Producir vida es un milagro de la naturaleza, es la magia de la biología, es el proceso más maravilloso del universo. El ser humano es la forma de vida más evolucionada del planeta, del universo conocido. Como mamífero que es, ha de compartir cuerpo a lo largo de su creación, ascendencia y descendencia en un mismo cuerpo. El proceso de gestación, de construcción del nuevo ser, el nuevo individuo se lleva a cabo dentro de la misma maquinaria biológica. Se es uno hasta el nacimiento. Pero la unión es tan intensa, tan potente, que ya es imposible separarla por completo. El vínculo de una madre con un hijo es inigualable, incomparable. La conexión más potente que la vida ha desarrollado en el universo conocido.

El duelo de un hijo. Dar la vida para que te la roben. El dolor que siente una madre cuando fallece un hijo es proporcionalmente indescriptible. Es un sufrimiento eterno. Tan eterno como la muerte. Es no solo ver morir una parte de su ser; es ver morir la parte más importante de su ser, esa parte de su ser que valía más que su propio ser, esa parte de su ser que se transformaría en otro ser. Es ver desaparecer su descendencia, su futuro, su vida.

Estamos diseñados evolutivamente para experimentar el mas grande de los dolores cuando desaparece nuestro sacrificio vital. El sacrificio por el cual seríamos capaces de sacrificarnos a nosotros mismos con tal de hacerle volver a la vida. El sacrificio por el cual desapareceríamos, por el cual moriríamos. ¡Y como es ver que sucede al revés! ¡Que la propia naturaleza se tuerce, que la biología nos engaña, que la vida se quiebra...! La muerte de un hijo es vivir la experiencia de morir en vida.

La vida puede volverse infinitamente injusta.

A pesar de ello, creo firmemente que la naturaleza nos ha preparado incluso para ser capaces de sobreponernos a la propia naturaleza. La evolución nos ha hecho fuertes. Amar tan fuerte nos provoca sufrir tan fuerte. Pero hubiésemos desaparecido como especie si ese sufrimiento hubiese acabado con nosotros. La naturaleza nos ha hecho llegar hasta aquí, nos ha hecho extremadamente poderosos, nos ha preparado de tal manera que, aún sufriendo el más infinito de los dolores, el más inmensurable de los dolores, podemos ser capaces de superarlo. Podemos ser capaz de superar con amor el sufrimiento que el mismo amor creó.

Se trata de un dolor que puede que nunca desaparezca, de un proceso largo, que quizá nunca se completa del todo. Un proceso de constancia, de día tras día, de momento a momento. Un proceso en el que solo se avanza si es gracias al infinito poder del amor.

Si el dolor es infinito e indescriptible, el poder y la fuerza del amor ha de ser infinitamente más indescriptible. El amor puede conseguir transformar y superar todas las barreras que la vida y el universo nos han impuesto. El amor puede hacer renacer la vida de la muerte. El amor puede hacernos cruzar barreras que ningún ser humano ha cruzado. Las barreras del tiempo, del espacio y de la vida se vuelven relativas cuando hablamos del amor.

No podremos saber si ese amor será recibido. Pero es que el amor no consiste en recibir, si no en dar. La naturaleza del amor es dar, dar y más dar. El amor es dar hasta el infinito, quedarnos plenamente vacíos, alcanzar la completa paz. Quizá esto es lo que quiere decir el Budismo con su filosofía del desapego...

El amor puro es darlo todo sin esperar recibir nada a cambio. El amor es no saber si lo que sentimos llega o no a las otras personas. El amor es monodireccional, multidireccional; de uno mismo al infinito, del interior del ser al universo.

Se puede amar al pasado, se puede amar al futuro, se puede amar al planeta, se puede amar al espacio, se puede amar a lo vivo y se puede amar a lo muerto. El amor es todopoderoso, es omnipotente. El amor está en todos lados, es omnipresente. El amor sabe todas las cosas, es omnisciente.

Voy a ser cristiano otra vez y a recordar aquello de “Dios es amor”. Sin embargo, voy a darle la vuelta y voy a decir que “El amor es dios”. Me parece que hemos construido la casa por el tejado.

El budismo se liberó de Dios, a cambió desarrolló la meditación de amor y compasión. Sin embargo, yo siento que se puede recuperar la figura de dios, pero esta vez sin mitologías, máscaras, o esoterismos. Está vez, como lo que de verdad se siente, como lo que de verdad es. Ya no necesitamos Quetzalcoatls o Krishnas; nuestra sociedad ya no necesita apoyarse en espíritus santos, jesucristos o ancianos con barba; ya no somos indios norteamericanos que veneran a los espíritus de la naturaleza; se acabaron los druidas. Yo apelo al amor puro, al amor sin forma. Quizá los musulmanes estuvieran acertados en la prohibición de representar a lo irrepresentable. Quizá los daoístas se referían a esta forma sin forma cuando mencionaban al dao. Allah es amor, Dios es amor, todos los dioses y espíritus que han existido a lo largo de la historia de la humanidad son amor. El amor es la forma sin forma. El amor es, en última instancia, la sustancia primigenia y fundamental en la que se ha construido la figura de dios.

El pilar fundamental de todas las religiones es el amor. Todas las creencias han crecido de los sentimientos de bondad intentando potenciar el altruismo que alojamos los seres humanos en nuestro interior. Las religiones han reinterpretado esa increíble y poderosísima fuerza que tenemos encerrada y, a través de diferentes mitologías han intentado liberarla. Y es normal creer la mitología y el misticismo cuando experimentamos una sensación tan poderosa dentro de nosotros: el amor puro. Porque el amor es vida, porque dar amor es dar vida.

El amor es el acto que da la vida. El acto puede traspasar las barreras de la muerte. En verdad, el amor creó que el mundo. El amor nos hizo evolucionar más que los animales. Nos hizo estar los unos junto a los otros y cooperar y crecer en comunidades y sociedades. El amor ha sido capaz de traernos donde estamos. El amor es vida.


Parezco un predicador y quizá lo sea. Pero ahora quiero ser profeta. Quiero decir que le amor nos hará libres, que el amor nos descubrirá la verdadera esencia humana,que su poder transformador nos reunirá como especie y como humanidad. El amor no es cosa de películas de ciencia ficción. El amor va a ser la pieza clave que le falta a esta especie para poder conquistar el universo: nuestro universo interior, y quién sabe si también el exterior. El amor nos va a permitir vivir en la tierra los años y las generaciones que la tierra nos permita. Y el amor va a ser capaz de que la especie humana sobreviva más allá de la tierra. El amor va a evitar que nos autodestruyamos, va a evitar que sigamos destruyendo nuestro mundo, que nos sigamos destruyendo los unos a los otros. El amor va a salvarnos. Y el salvador no va a ser Jesucristo, sino el amor. El amor más puro va a ser el verdadero salvador, el salvador de la humanidad. No va a ser el hijo de dios, o dios transformado en amor, sino el amor por si mismo. Ese amor que nosotros transformamos en Dios y que ahora toca volver a transformar en amor, a recuperar su esencia, a volver al origen. Es hora de abrirle los corazones a la humanidad, de abrazar nuestras dudas, miedos e inseguridades. El amor lo puede todo. Y lo va a poder.

No hablo desde la razón, porque probablemente este experimentando una hipofrontalidad transitoria (disminución de la actividad en mi lóbulo prefrontal). Ahora mismo hablo desde el corazón, desde mi esencia más basal, mi ser más puro. Creo en el amor, creo en su fuerza, y creo en su poder de salvación.

Me voy a dar, me voy de viaje al mundo del amor, me voy a meditar por el ser humano. Ojalá os llegue algo.

Mucho amor y que tengáis una buena salvación.

Un calido abrazo,

Carlos Alcalá