Quizá, cuando la gente me empiece a pagar por mi trabajo,
ya no necesite el dinero.
Supongo que voy a
sonar reiterativo y para nada original. Estas ideas no son mías, ninguna lo es.
Aun así, movido por la curiosidad y la necesidad, he decidido personalizarlas y
compartirlas.
Encuentro personas que han perdido la fe. No importa que sea considerado como un loco minoritario o utópico. Sigo
obligado a repetir aquello que para mí ya empieza a convertirse en obviedad.
Cometí un error con
mis reflexiones sobre el mundo digital. Dejé que se convirtieran en obviedad y
la motivación por escribir y publicar desapareció. Me parecía que mis ideas no
resultaban originales, que eran demasiado simples y por todos conocidas. Ahora
tengo la oportunidad de inmortalizar y compartir mis pensamientos antes de que
los interiorice como obviedades y neutralicé el ímpetu de cambio. Convirtamos la obviedad en necesidad.
De nuevo, mi fe en
la humanidad me hace pensar que el trabajo no es lo que hacemos por dinero, sino
lo que hacemos como labor para la sociedad. El trabajo es nuestro esfuerzo orientado a la mejora de la vida del
conjunto de seres con los que vivimos. La remuneración económica es un
mecanismo social de reconocimiento y agradecimiento al trabajador por el esfuerzo
realizado. En definitiva, un sistema de valoración.
Aun así, no debemos
reducir las recompensas y valoraciones a compensaciones monetarias sincrónicas.
Esto es, cobrar a final de mes. Por poner un ejemplo entre miles, Van Gogh. Este
pintor neerlandés fue un hombre prolífico y trabajador que vivió recibiendo apoyo
financiero de su hermano. Solo al final de su vida, y sobretodo, después de su
muerte, su obra empezó a ganar relevancia y fama. A día de hoy, sus obras han
adquirido un valor incalculable. ¿Cuánta
gente le preguntaría a Van Gogh que cuándo iba a empezar a trabajar de verdad?
¿O incluso, que cuándo iba a empezar a vivir en serio?
Los días en los que
nuestro estado anímico está bajo, agachamos la cabeza para reconocer que
seguimos sin empleo, pero cuando creemos en nosotros, nos volvemos a trabajar a
nuestro estudio. Una habitación con condiciones técnicas escasas.
Cuándo conozco a la
gente pregunto, ¿qué te gusta hacer? No quiero saber lo que hace, quiero saber
lo que le gusta hacer. Quiero conocer sus motivaciones intrínsecas, la manera
en que su espíritu se ha manifestado hacia la consecución de la vida. No me
interesa saber en qué trabaja. Quiero saber lo que esa persona se encuentra
obligada, llamada a hacer por una fuerza incognoscible. No quiero saber si se
ha plegado a las imposiciones y presiones sociales que la rodean.
Si carecemos de un
motor intrínseco que nos mueva hacia la consecución de nuestra autorrealización,
llegaremos a la jubilación con dinero, pero sin ideas sobre cómo utilizarlo. Habremos
participado activamente de un sistema alienante que nos ha enseñado que tenemos
que trabajar para conseguir dinero que debemos gastar en un consumismo
superfluo. La falta de trabajo o de dinero se convertirá en una caída al vacío,
en una apatía espiritual por no saber qué línea de acción se quiere elegir. Nos
convertiremos en empleados sin jefe y sin rumbo que nos indiquen lo que debemos
hacer. Si no entrenamos una manera de decidir activamente sobre nuestra vida
estaremos apagando el impulso espiritual hasta reducirnos en seres reactivos
ante la sociedad. Estaremos aniquilando nuestra proactividad. La fuerza interior, la motivación
intrínseca, la pasión por lo que se hace, y el amor por la vida son
imprescindibles para la supervivencia humana.
Nietzsche clamaba
que escribía para el pasado mañana. Yo, un poco más optimista, espero vivir
para ver el cambio que producen mis ideas en la sociedad.
Está claro que vamos a mejor.
Pero ha llegado un momento muy interesante en la historia, una oportunidad para
realizar un nuevo cambio cualitativo en vez de cuantitativo. El momento de
producir un cambio radical a nivel individual que revertirá en un intenso y
profundo cambio a nivel social. Un cambio perceptivo, un cambio teórico, un
cambio espiritual.
Ya no es necesario
recibir un sueldo a final de mes para saber que estás trabajando. El trabajo no
tiene porqué ser recompensado, valorado, o remunerado sincrónica o económicamente.
El trabajo tiene un valor intrínseco. No es esa actividad que se realiza para
conseguir dinero que gastar en nuestros momentos de ocio. El trabajo es la vía
de transformar nuestras vidas en una experiencia con significado. Es posible generar y distribuir un producto
sin la necesidad de esperar una compensación económica por ello. Este texto,
como tantos otros, es la prueba fehaciente de ello.
Las personas que
son movidas por el dinero tienen más probabilidades de hacer perdurar la
tradición. Sin embargo, aquellas que no
son movidas por el dinero tienen más probabilidades de realizar cambios
revolucionarios en la historia. Son los segundos, los que promueven e
implantan un nuevo sistema en el que las dinámicas sociales se caracterizan por
la novedad y la expectativa de mejora. Van Gogh no necesito cobrar una vez al
mes o cada cinco años para que su obra y su esfuerzo sean considerados como
únicos, innovadores e inigualables.
¿Cuál es la
motivación y el sentido de un bailarín para estirar su cuerpo cada día,
independientemente de que se encuentre de gira, esté preparando una nueva
producción, o se halle buscando un nuevo trabajo? ¿Por qué los escritores se
encierran día tras día, sin importar que lo que estén plasmando en el papel sea
el párrafo crucial de la novela, la conclusión de un ensayo, o simplemente
garabatos e ideas sueltas en un cuaderno? En el mundo cambiante en el que
vivimos, si queremos llevar a cabo un plan de futuro con el que realmente nos
sintamos realizados, es necesario
trabajar día a día por lo que verdaderamente nos gusta.
Mi autoestima queda
intacta si me recuerdan que no tengo trabajo, que no estoy recibiendo una
remuneración económica sincrónica, que no cobro a final de mes, que nadie me
paga por mis esfuerzos. Eso no significa que no sean valorados, o que no tengan
valor. No pasa nada, soy paciente, no tengo prisa, y continúo trabajando.
Mis amigos, más
informados en la materia que yo, me explican que hay que reactivar la economía a través del consumo. Si la gente
trabaja más, gana más, consume más, y se produce más. Hay que dar más puestos
de trabajo, o aumentar el número de horas trabajadas, o subir los precios, o
fomentar el consumo, o producir más bienes…
Discutimos sobre
estos temas cuando estamos de copas y yo disfruto del aire. Perdonen mi escepticismo.
El consumo no es la
solución. El sistema capitalista es un quick
fix, un parche temporal, una trampa desarrollada por la sociedad para no
caer en una parálisis del sistema.
“Mira a tu alrededor” les digo. “Todo esto es mentira, es un engaño.” Si consiguieras ahorrar tres cuartos del
suelo que ganas, podrías vivir cuatro meses trabajando uno; es más podrías
vivir cuarenta años, trabajando diez. Los números no mienten. Tres cuartos
quizá sea imposible, dejémoslo en un medio.
Me ponen en
entredicho. “Se paraliza el sistema. Dame una alternativa mejor.”
Crear y producir. Propongo el desarrollo
humano y personal, no económico como fin último de la vida. Invertir en
felicidad, en bienestar. Abogar por la calidad de vida, y el desprendimiento de
necesidades superfluas, practicar el Taoísmo
y el epicureísmo. Probablemente suene a utopía, pero…
“La economía es
cíclica, después de una crisis viene otra. Lo que propones es imposible”.
Bueno, está claro
que ya no vivimos la época feudal. Ni en la revolución industrial. Vamos a mejor, y nunca se sabe cuándo,
ni cómo, cambará el sistema en el que vivimos. Además, cada día estoy un poco
más convencido, de que voy a vivir para verlo.
“El renacimiento es
un hecho histórico, la revolución francesa es un hecho histórico.” Seguro que había miles de personas
abogando por la imposibilidad de cambiar el sistema de manera tan radical. Pero
los movimientos triunfaron, y gracias a aquellos que creyeron en el cambio, la
sociedad ha ido a mejor, sigue yendo a mejor.
La visión histórica
nos informa sobre el fracaso del inmovilismo y la falacia de lo cíclico. Vamos a mejor, exponencial y linealmente.
Dejar de promover un consumo superfluo e innecesario no es una paralización de
la economía, o una amenaza inmovilista contra el sistema. La desaparición del
consumismo superfluo es, de hecho, es siguiente de los grandes avances de la
humanidad. Y, además, se trata de una revolución que, como todas, conlleva
enormes dosis de dinamismo y adaptación a una situación nueva. Ha llegado el momento
de promover el desarrollo personas en favor del desarrollo económico. La superación del consumismo conlleva unos
cambios profundos que harán evolucionar al ser humano, tanto a nivel
individual, como a nivel social.
“A lo largo de la
historia las revoluciones han supuesto movimientos caracterizados por la
violencia y la ruptura.” No necesariamente. El renacimiento,
movimiento cultural y artístico. Los promotores de la revolución francesa,
figuras de intachable intelectualidad. La revolución industrial, cambio en el
paradigma de desarrollo económico. A pesar de que la palabra revolución está
directamente asociada a la violencia, ésta no se trata, ni mucho menos, de una condición
necesaria para que se produzca el cambio.
Creo firmemente que
estamos viviendo una revolución tecnológica, una revolución digital que puede
revertir de manera deshumanizadora en nuestra vida y nuestra especie. Abogo por una contrarrevolución que no
nazca del intelecto, ni el conocimiento consciente, si no del corazón, del
espíritu.
Utilicemos esta
herramienta biológica de indudable utilidad evolutiva para promover el
siguiente paso en el desarrollo de la civilización humana. Abogo por una
religión basada en el amor, y por la promoción de la fe en la humanidad y es
ser humano. Una religión cuyas prácticas, como todas las prácticas religiosas a
lo largo de la historia y las civilizaciones, estén supeditadas al contexto
histórico y socio-cultural en el que vivimos. Pongamos a la ciencia al servicio del espíritu, como confirmador de las
ideas intuitivas sobre lo bueno y lo malo.
La psicología ha comprobado como el altruismo y el amor
son poderosísimas herramientas para alcanzar el bienestar. La ecología y la medicina han demostrado como una utilización
responsable de los recursos y la adopción de dietas fundamentadas en un consumo
reducido de carne son prácticas necesarias para la supervivencia individual y planetaria.
Esperamos que la economía reconozca que la reducción del consumo y el
incremento de la calidad de los productos son pasos insustituibles en el
mantenimiento de una sociedad próspera a largo plazo. Desconozco si existen
modelos socio-económicos fundamentados en el intercambio de servicios como
motor del desarrollo social, mientras que las tareas manuales son realizadas
por maquinaría pre programada.
Se trata de un
hecho innegable. Nuestro mundo cambia, y
muy rápido. Afortunadamente, y cada día más, tenemos la posibilidad de
elegir la dirección hacia la que queremos que cambie.
Sin duda, una revolución
espiritual se me presenta como una de las piezas claves en el futuro y la
supervivencia de la especie humana y la humanidad.
Seguiré trabajando por ello. Aunque nadie me pague a
final de mes.
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