Una sesión de consejos y
otras tonterías no relacionadas.
Lavate los dientes. Sale
caro ir al dentista. Estira cada día, haz deporte. Sale caro ir al
fisio. No te fíes de aquellos que presumen de valentía y se
destrozan el cuerpo, si no cada fin de semana, cada día,
sistemáticamente. Ámate, quiérete. El futuro te lo agradecerá.
Comé sano. No dejes que te convenzan las payasadas del tipo: ”De
algo hay que morir”. Eso ya lo sabemos. Lo importante entonces
son los “De algo hay que vivir”. Escoge vivir bien, escoge
disfrutar de la vida, aprovechar los domingos, levantarte pronto por
las mañanas, tener energía hasta el final del día... También
dicen que hay que quedarse con un poco de hambre y nunca comer
demasiado.
Abandona el pensamiento
grupal, escoge a la gente por su valía, y no por que te caigan
mejor. Promueve instituciones no corruptas, da igual que estés
dirigiendo un musical o un ayuntamiento. Como Nietzsche, cree en la
fe de lo terrenal. Ama a los seres humanos. “Siempre mejorando,
Luis. Siempre mejorando”. Es lo que he oído hoy en la
indiscutible clínica del éxito. No importa que parezca ciencia
ficción, que existan o no las agujas que envían descargas y los
ultrasonidos que regeneran tejidos. Es cierto y es real. “Hard
work, pays off”, que dice Steve Pavlina. Hay que currar día
tras día. Mejora personal, mejora en lo que hagas. Da lo mejor de
ti. Quizá no hoy, quizá no mañana, pero algún día tus esfuerzos
serán valorados, serán recompensados. Como lo fueron los de Van
Gohg aunque le pillasen a deshora. Des o afortunadamente, vivimos en
un mundo que avanza demasiado rápido, lo que se traduce en más
oportunidades, y en más fracasos. La gente nace más deprisa, pero
si no se adapta a la velocidad del cambio, perece también más
deprisa. Puedes elegir ser intemporal, aunque la fugacidad y
banalidad de la vida nos lo pone cada día más difícil.
No te creas lo que
aparece en la tele. No tengas tele. No veas anuncios. No te creas lo
que dicen los anuncios. Te quieren con dinero; te obligan a trabajar.
Quieren que te gastes el dinero en algo; te convencen de que el coche
es necesario. Te quieren con miedo, por si le pasase algo al coche;
te ofrecen seguros. Te quieren bonito por fuera y vacío por dentro,
no solo del bolsillo; desvían fondos culturales, te regalan
cosmética. Te quieren entretenido y sin espíritu crítico; te
ofertan nuevos canales de televisión cuando renuevas el móvil. Te
quieren mal alimentado, sin energías, enfermo; rebajan las comida
basura, las grasas parcialmente hidrogenadas y las bebidas con
alcohol. Te quieren sacar todo el dinero que te queda, si es que
todavía te queda algo; y te invitan a las casas de apuestas
prometiéndote la estupidez más ridícula de la lista: “Que el
dinero te va a hacer feliz”.La suerte está día tras día, con
trabajo y esfuerzo. Después, antes de que acaben los anuncios y
empieces a tararear la canción de la intro del Club de la Comedia,
versión amateur; te ponen un par de anuncios de prestamos bancarios.
Gracias por cedernos tu vida.
Ya sé que soy un
radical. Pero tú solamente sal de la trampa. Sal de la trampa antes
de que sea demasiado tarde y lo que antes te daba seguridad, ahora te
obligue a quedarte en la calle. Lo escribí en una carta el jueves
pasado. “Hace tiempo que cavamos nuestra tumba. Pero ahora
estamos empezando a llenarla desde dentro.” Ten cuidado, no
miedo, pero ten cuidado.
La solución está en el
epicureísmo. Un cacho de pan, otro de queso, y que se ría quién se
ría. Diferenciar entre lo que da felicidad y lo que la gente dice
que da felicidad. Darse cuenta de que el dinero da seguridad, y quita
libertad. El eterno debate entre la seguridad y la libertad,
aplicable a nivel orwelliano, de pareja romántica, o de vida
laboral. Pero seguridad y felicidad son cosas diferentes. La libertad
y la felicidad también son cosas diferentes. No sé si es la
seguridad o la libertad lo que está más relacionado con la
felicidad, pero sin duda, hay una cosa que corelaciona negativamente
con la felicidad, la esclavitud.
Típica frase de oriental
que a occidente se la trae floja, “Somos esclavos de nuestras
necesidades”. Así que ten cuidado, no miedo, pero ten cuidad.
Los meses más maravillosos de mi vida fueron protagonizados por la
pregunta “Do I really need it?”, culminados quizá con la
revelación de poder ser libre durante toda mi vida a base de aire,
agua y comida. Bueno, personas también. Aquel día no me fui a la
montaña para siempre, no por la soledad, que también, sino por un
deber moral. Lo apodé, que no bauticé, hace unas semanas.
“Responsabilidad social” le puse. No sé si te gusta, pero
a mi bastante. Y a mis hijos, que todavía no tengo, todavía más. Lo
escribí hace poco en un papel cualquiera de cualquiera de mis
cuadernos: “De pequeño, tenía muchos amigos. Ahora tengo
responsabilidad social.”
En la actualidad, y a
días, procrastino obligaciones para escribir textos con la esperanza
de movilizar intelectos, y paralizar economías destructoras de seres
humanos. Creo que una página de incoherencias es suficiente. Por
eso del scroll-down al principio para hacer una estimación de
cuantos minutos me va a tomar leer el post y pensar que si son más
de cinco prefiero seguir haciendo thumb scrolling-down en el
storyline del Facebook. Y es que, en 2016, hablamos así de raro.
Habrá que seguir las pautas daoístas, y no solo adaptarnos al
cambio, sino ser resilientes y salir reforzados de él.
Disfrutad del aire, que
eso si que lo necesitáis, y todavía no se les ha ocurrido como
cobrarnos por ello.
Un abrazo,
Carlos
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