LA SALVACIÓN DEL AMOR
Conversación
entre dos seres humanos atrapados en el universo, no necesariamente
dentro de una nave espacial; no necesariamente más allá de la vía
láctea:
- Tal vez hayamos pasado demasiado tiempo intentando solucionarlo con la teoría...
- Eres científica, Brand.
- Entonces, hazme caso cuando te digo que el amor no es algo que hayamos inventamos. Es observable, poderoso. Tiene que significar algo.
- El amor tiene significado, sí. Tiene una utilidad, una función social, la educación de los hijos...
- Amas a personas que han muerto. ¿Qué utilidad social tiene eso?
- Ninguna
- A lo mejor significa algo más, algo que aún no alcanzamos a comprender. A lo mejor se trata de una prueba , de un artefacto, de una dimensión superior que no percibimos conscientemente. Estoy cruzando el universo atraída por alguien a quién no he visto en una década y quién probablemente esté muerto. El amor es lo único que somos capaces de percibir que trasciende las dimensiones del tiempo y del espacio. A lo mejor deberíamos creer en eso aunque no alcancemos a entenderlo aún.
(Christopher
Nolan, Interstellar. Recomiendo
encarecidamente ver la película para saber quien conoce esa prueba,
ese artefacto, quién
habita en esa dimensión superior que no percibimos
conscientemente....)
Estoy seguro de que no
somos los únicos que piensan así. El amor es poderoso. El amor es
la fuerza que ha conseguido que los seres humanos estén donde están.
El amor y las conexiones sociales son las sustancias que han
consolidado nuestra sociedad. Es el pegamento que nos mantiene
unidos, los hilos que nos entretejen los unos con los otros...
Como se plantea en la
película Interstellar, el amor es la fuerza más potente del
ser humano; el amor y la intuición, esa poderosa pareja que podrían
ser componentes fundamentales de lo que llamamos alma o espíritu.
El amor nos hace traspasar barreras, llegar más allá del tiempo,
viajar a través del espacio. El amor es capaz incluso de traspasar
la barrera más grande que existe, la de la vida y la muerte.
La experiencia me ha
hecho reflexionar. La pérdida de un hijo es el dolor más grande de
los dolores. Parafraseando la religión cristiana, que una madre vea
como el fruto de su vientre perece, como desaparece para siempre,
irremediablemente, es el dolor más grande que puede experimentar el
ser humano. La perdida de la vida de lo que ha sido su propia vida.
La pérdida de lo que una vez formó uno con ella, fue parte de ella,
de su propio cuerpo, de su propio ser. Lo que habitó y se germinó
dentro de su propio organismo, de su propia esencia. El vínculo que
une a una madre con un hijo es indescriptible. Va mucho más allá
del apego que describió Bowlby.
Perdonadme por la escasez
científica, el obvio antropocentrismo y el exceso de espiritualidad,
pero yo también soy un ser humano. Producir vida es un milagro de la
naturaleza, es la magia de la biología, es el proceso más
maravilloso del universo. El ser humano es la forma de vida más
evolucionada del planeta, del universo conocido. Como mamífero que
es, ha de compartir cuerpo a lo largo de su creación, ascendencia y
descendencia en un mismo cuerpo. El proceso de gestación, de
construcción del nuevo ser, el nuevo individuo se lleva a cabo
dentro de la misma maquinaria biológica. Se es uno hasta el
nacimiento. Pero la unión es tan intensa, tan potente, que ya es
imposible separarla por completo. El vínculo de una madre con un
hijo es inigualable, incomparable. La conexión más potente que la
vida ha desarrollado en el universo conocido.
El duelo de un hijo. Dar
la vida para que te la roben. El dolor que siente una madre cuando
fallece un hijo es proporcionalmente indescriptible. Es un
sufrimiento eterno. Tan eterno como la muerte. Es no solo ver morir
una parte de su ser; es ver morir la parte más importante de su ser,
esa parte de su ser que valía más que su propio ser, esa parte de
su ser que se transformaría en otro ser. Es ver desaparecer su
descendencia, su futuro, su vida.
Estamos diseñados
evolutivamente para experimentar el mas grande de los dolores cuando
desaparece nuestro sacrificio vital. El sacrificio por el cual
seríamos capaces de sacrificarnos a nosotros mismos con tal de
hacerle volver a la vida. El sacrificio por el cual desapareceríamos,
por el cual moriríamos. ¡Y como es ver que sucede al revés! ¡Que
la propia naturaleza se tuerce, que la biología nos engaña, que la
vida se quiebra...! La muerte de un hijo es vivir la experiencia de
morir en vida.
La vida puede volverse
infinitamente injusta.
A pesar de ello, creo
firmemente que la naturaleza nos ha preparado incluso para ser
capaces de sobreponernos a la propia naturaleza. La evolución nos ha
hecho fuertes. Amar tan fuerte nos provoca sufrir tan fuerte. Pero
hubiésemos desaparecido como especie si ese sufrimiento hubiese
acabado con nosotros. La naturaleza nos ha hecho llegar hasta aquí,
nos ha hecho extremadamente poderosos, nos ha preparado de tal manera
que, aún sufriendo el más infinito de los dolores, el más
inmensurable de los dolores, podemos ser capaces de superarlo.
Podemos ser capaz de superar con amor el sufrimiento que el mismo
amor creó.
Se trata de un dolor que
puede que nunca desaparezca, de un proceso largo, que quizá nunca se
completa del todo. Un proceso de constancia, de día tras día, de
momento a momento. Un proceso en el que solo se avanza si es gracias
al infinito poder del amor.
Si el dolor es infinito e
indescriptible, el poder y la fuerza del amor ha de ser infinitamente
más indescriptible. El amor puede conseguir transformar y superar
todas las barreras que la vida y el universo nos han impuesto. El
amor puede hacer renacer la vida de la muerte. El amor puede hacernos
cruzar barreras que ningún ser humano ha cruzado. Las barreras del
tiempo, del espacio y de la vida se vuelven relativas cuando hablamos
del amor.
No podremos saber si ese
amor será recibido. Pero es que el amor no consiste en recibir, si
no en dar. La naturaleza del amor es dar, dar y más dar. El amor es
dar hasta el infinito, quedarnos plenamente vacíos, alcanzar la
completa paz. Quizá esto es lo que quiere decir el Budismo con su
filosofía del desapego...
El amor puro es darlo
todo sin esperar recibir nada a cambio. El amor es no saber si lo que
sentimos llega o no a las otras personas. El amor es monodireccional,
multidireccional; de uno mismo al infinito, del interior del ser al
universo.
Se puede amar al pasado,
se puede amar al futuro, se puede amar al planeta, se puede amar al
espacio, se puede amar a lo vivo y se puede amar a lo muerto. El amor
es todopoderoso, es omnipotente. El amor está en todos lados, es
omnipresente. El amor sabe todas las cosas, es omnisciente.
Voy a ser cristiano otra
vez y a recordar aquello de “Dios es amor”. Sin embargo,
voy a darle la vuelta y voy a decir que “El amor es dios”. Me
parece que hemos construido la casa por el tejado.
El budismo se liberó de
Dios, a cambió desarrolló la meditación de amor y compasión. Sin
embargo, yo siento que se puede recuperar la figura de dios, pero
esta vez sin mitologías, máscaras, o esoterismos. Está vez, como lo que de verdad se siente, como lo que de verdad es. Ya no
necesitamos Quetzalcoatls o Krishnas; nuestra sociedad ya no necesita
apoyarse en espíritus santos, jesucristos o ancianos con barba; ya
no somos indios norteamericanos que veneran a los espíritus de la
naturaleza; se acabaron los druidas. Yo apelo al amor puro, al amor
sin forma. Quizá los musulmanes estuvieran acertados en la
prohibición de representar a lo irrepresentable. Quizá los daoístas
se referían a esta forma sin forma cuando mencionaban al dao. Allah
es amor, Dios es amor, todos los dioses y espíritus que han existido
a lo largo de la historia de la humanidad son amor. El amor es la
forma sin forma. El amor es, en última instancia, la sustancia
primigenia y fundamental en la que se ha construido la figura de
dios.
El pilar fundamental de
todas las religiones es el amor. Todas las creencias han crecido de
los sentimientos de bondad intentando potenciar el altruismo que
alojamos los seres humanos en nuestro interior. Las religiones han
reinterpretado esa increíble y poderosísima fuerza que tenemos
encerrada y, a través de diferentes mitologías han intentado
liberarla. Y es normal creer la mitología y el misticismo cuando
experimentamos una sensación tan poderosa dentro de nosotros: el
amor puro. Porque el amor es vida, porque dar amor es dar vida.
El amor es el acto que da
la vida. El acto puede traspasar las barreras de la muerte. En
verdad, el amor creó que el mundo. El amor nos hizo evolucionar más
que los animales. Nos hizo estar los unos junto a los otros y
cooperar y crecer en comunidades y sociedades. El amor ha sido capaz
de traernos donde estamos. El amor es vida.
Parezco un predicador y
quizá lo sea. Pero ahora quiero ser profeta.
Quiero decir que le amor nos hará libres, que el amor nos descubrirá
la verdadera esencia humana,que su poder transformador nos reunirá
como especie y como humanidad. El amor no es cosa de películas de
ciencia ficción. El amor va a ser la pieza clave que le falta a esta
especie para poder conquistar el universo: nuestro universo interior,
y quién sabe si también el exterior. El amor nos va a permitir
vivir en la tierra los años y las generaciones que la tierra nos
permita. Y el amor va a ser capaz de que la especie humana sobreviva
más allá de la tierra. El amor va a evitar que nos autodestruyamos,
va a evitar que sigamos destruyendo nuestro mundo, que nos sigamos
destruyendo los unos a los otros. El amor va a salvarnos. Y el
salvador no va a ser Jesucristo, sino el amor. El amor más puro va a
ser el verdadero salvador, el salvador de la humanidad. No va a ser
el hijo de dios, o dios transformado en amor, sino el amor por si
mismo. Ese amor que nosotros transformamos en Dios y que ahora toca
volver a transformar en amor, a recuperar su esencia, a volver al
origen. Es hora de abrirle los corazones a la humanidad, de abrazar
nuestras dudas, miedos e inseguridades. El amor lo puede todo. Y lo
va a poder.
No hablo desde la razón,
porque probablemente este experimentando una hipofrontalidad transitoria (disminución de la actividad en mi lóbulo prefrontal). Ahora mismo hablo desde
el corazón, desde mi esencia más basal, mi ser más puro. Creo en el amor, creo en su fuerza, y creo en su poder de salvación.
Me voy a dar, me voy de
viaje al mundo del amor, me voy a meditar por el ser humano. Ojalá
os llegue algo.
Mucho amor y que tengáis
una buena salvación.
Un calido abrazo,
Carlos Alcalá